El
24 de diciembre, el día de la Nochebuena católica, Maja y yo volamos a Belgrado
con Alitalia vía Roma. En el aeropuerto de Barcelona no hay mucha gente, se
siente la atmósfera festiva. En Roma es totalmente festivo, hay muchos
pasajeros, pero el personal del aeropuerto está relajado y ya empieza la
celebración. El servicio de atención y asistencia a los pasajeros es lento y
desarticulado. Ir desde la salida del avión en Roma hasta la puerta de embarque
para Belgrado me llevó una hora entera. Al final, como se entraba al avión por
las escaleras, trajeron una plataforma y me elevaron hasta la puerta del avión,
por lo que les estuvemuy agradecida, aunque probablemente podría haber subido
por las escaleras. En el avión hay un ambiente alegre debido a los italianos
que viajan de vacaciones a Belgrado.
En
Belgrado hace buen tiempo tanto fuera como en el piso. Yo me siento mucho
mejor. Tengo muchas cosas que hacer durante los días laborales hasta la
Nochevieja.
Maja
regresa a Barcelona al cabo de tres días para pasar la Nochevieja con sus
amigos. Encuentro que es bueno para ella que se distancie un poco de las tareas
diarias que tiene conmigo. Acordamos que yo llamaríaa mi hermana Nada para que estuvieraconmigo.
No lo he hecho porque Nada también tiene que atender a sus nietos. Me quedo
sola. Es una oportunidad estupenda para comprobar mis capacidades en la
organización de la vida cotidiana. Pasé la Nochevieja con amigos en la casa de
Olivera y la Navidad con mis primas Dragana y Višnja.
Me
puse en contacto por correo electrónico con la doctora Jelena del Instituto de
Hematología y le pregunté si hacía falta que fuera a la consulta. Me respondió
pronto y propuso que quedáramos el 30 de diciembre. Revisó la documentación
hospitalaria de Barcelona y concluyó que todos los resultados estaban muy bien.
Considera que estaría bien que repitiera la resonancia magnética para ver por
qué siento dolor de espaldatodavía.
Por
suerte, las tiendas están abiertas durante las fiestas de Año Nuevo y Navidad y
puedo comprar los alimentos frescos que me prescribe la dieta. Aquí estoy,
viviendo de nuevo entre dos viajes y dos ciudades, Belgrado y Barcelona. Ya he
mencionado todo mi amor por los viajes, pero los de ahora se me hacen difíciles
y me agotan. Si aceptara vivir en Barcelona sería más fácil para el
tratamiento. Es una ciudad bonita y la gente es abierta hacia los extranjeros,
pero mi casa está en Belgrado. Desde que vine a estudiar hace cincuenta años
hasta ahora, mi amor por Belgrado no se ha debilitado.
*
Viajé a la escuela secundara de Sana. Generalmente, los
alumnos iban a Prijedor en el tren «Ćira». Recorrer una distancia de treinta
kilómetros nos llevaba hora y media, y así dos veces al día. Seguí con los
viajes mientras estudiaba en la universidad. Iba a casa por lo menos cuatro
veces al año. Viajaba toda la noche: primero en tren a Doboj, luego hacía
transbordo para llegar a Prijedor y por último cogía el «Ćira» a Sana. En
aquella época el autobús no era un medio de transporte frecuente.
Los numerosos viajes de negocios con Metalservis me
mostraron que en todo tiene que haber mesura. Durante casi diez años, dos o
tres de los cinco días laborales estuve de viaje por la antigua Yugoslavia o en
el extranjero. Era agotador, porque tanto de viaje como en la oficina siempre
estaba trabajando. A menudo no sabía en qué ciudad estaba. Casi enfermé, pero
el embarazo me salvó. Dejé de viajar y di a luz a Maja.
Luego viajé menos. Como secretaria de la Asociación de
Comercio de la Cámara de Comercio de Belgrado tuve tiempo para hacer el
doctorado y dedicarme a Maja, que entonces empezaba el colegio. Fue la época de
los noventa, llena de agitaciones sociales, se sentía que la tormenta se
acercaba, pero de todos modos no esperaba la sangrienta disolución del país.
Fue entonces cuando mi madre murió y mi dolor personal ensombreció el resto de
los acontecimientos.
Los viajes comenzaron de nuevo cuando empecé trabajar en
el Ministerio Federal de Comercio. Eran viajes menos operativos y no tan
frecuentes, tanto por el país, como al extranjero. Después vinieron los viajes
entre Belgrado y Sevilla. Eran unos viajes terribles. Debido a las sanciones,
los aviones no volaban a Belgrado, sino a Hungría y Rumanía.
Después de 1997 me quedaba más en Belgrado y viajaba por
Serbia. En los veranos iba a visitar a Maja a Barcelona. Mile se jubiló cuando
terminó el bombardeo, que le resultó muy duro y que nunca olvidó. Quiso
alejarse de Belgrado y estar más en la naturaleza, por eso pasaba la mayor
parte de la semana laboral en la casa de campo de Dokmir. En los últimos años
viajo a menudo a Banja Luka por trabajo. A través de esos viajes mantengo la
relación con mi tierra natal. Mile solía decir que no solo el tiempo hacía la
vida, sino también el espacio. Por supuesto, los viajes hacen la vida más rica
y más bella.
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