La
doctora Ana nos explicó que se encargaba de mí otro doctor del grupo de
trasplantes. Los departamentos están separados para evitar conflictos de
interés. En otra enfermería, la enfermera María, encargada del pre-trasplante,
nos explica qué va a suceder. Primero, al día siguiente voy a hacerme un
análisis de sangre, después me hago una radiografía de pulmones, un
electrocardiograma, y luego voy a consulta con el doctor y con ella. Le sigue
la visita al banco de sangre. Primero, se extraen las células madre que,
después de diferentes revisiones, se devuelven al paciente cuando lo
hospitalizan. Desde la extracción de las células
hasta su retorno pasará un mínimo de dos meses.
Terminamos
la extracción de sangre el 27 de agosto sobre las ocho. Maja está conmigo.
Utilizamos la pausa antes de la radiografía de pulmones de las nueve para el
desayuno y la pausa hasta el electrocardiograma para que yo enderezara la
espalda en el sofá de la sala. La radiografía terminó pronto.
La
conversación con la doctora es muy detallada. Nos explica todo en cuanto al
tratamiento, tanto lo que ha pasado hasta ahora, como lo que va a pasar. Repite
lo que ayer nos dijo la doctora Ana: que mi respuesta a la quimioterapia ha
sido relativamente débil y que, en lugar de seguir con ese tratamiento, es
mejor pasar al trasplante de células madre. Nos explicó qué se hacía en el
pre-trasplante o aféresis. Es una técnica mediante la cual se separan los
componentes de la sangre. Después de la selección de los componentes
necesarios, el resto se devuelve. Vio los resultados del análisis de sangre, la
radiografía de pulmones y el electrocardiograma y dijo que todo estaba bien. Yo
hice la broma de que estaba sana, y él comentó que se trataba de humor negro.
Pregunto al doctor si durante la pausa entre la extracción y el retorno de
células madres puedo viajar a Belgrado. Dice que sí si todo está bien.
Nos
queda terminar la conversación empezada con la enfermera María. Eso no fue
fácil porque estaba con un paciente que no se encontraba bien. Al final,
hablamos con ella después de una hora de espera. Nos dio el volante para
adquirir inyecciones de Neupogen en la farmacia del hospital. Las inyecciones
de Neupogen sirven para estimular la producción de células madre en la columna
vertebral y en el trasplante se extraen y luego se devuelven sanas. Estas
inyecciones debería administrármelas yo misma desde el 29 de agosto, dos al
día, por la mañana y por la noche. Los análisis de sangre son el 1 de
septiembre. Es necesario averiguar si hay suficientes células madre para la
extracción programada para el 2 de septiembre. La inserción de un catéter
venoso para la extracción de células madre está programada en el hospital de
día.
Maja
y yo tenemos hambre y yo estoy muy cansada. Vamos a la cafetería del hospital
para comer. Después de más de cinco horas pasadas en diferentes enfermerías,
salimos para ir al banco de sangre que se encontraba en el edificio del antiguo
hospital. Fuera hacía mucho calor y empecé a sudar. En el banco de sangre el
doctor y la enfermera nos explicaron de nuevo cómo iba el proceso de obtención
de células madre. Nos mostraron el aparato al cual se conectaba el paciente y
cómo todo iba a través de las venas. La sangre se saca a través de una vena y
durante su paso por el aparato se extraen las células madre. A través de otra
vena la sangre se devuelve al cuerpo. Todo el proceso dura unas horas, depende
del paciente. Para las personas que tienen las venas débiles, como yo, es
obligatoria la inserción del catéter venoso. Al final me sacaron sangre para
unos análisis suyos, ver el grupo sanguíneo y cosas similares.
Al
día siguiente, 29 de agosto, empiezo con las inyecciones de Neupogen. Sobre las
once, de repente, me aumenta la presión y la parte derecha de los labios se me
empieza a entumecer. He conseguido bajar la presión, pero se me ha quedado el
entumecimiento. Estoy muy nerviosa porque tengo mucho miedo de sufrir alergia,.
La enfermera María consulta al doctor y dice que continúe con las inyecciones y
que vaya a emergencias si el estado empeora. Por fortuna, por la noche todo
está bien. Todavía siento náuseas, pero no hay alergia.
Al
día siguiente siento menos náuseas, pero todavía me siento muy mal. Es la
consecuencia del Neupogen, que estimula la producción de glóbulos blancos. En
el proceso de preparación para la aféresis, el número de glóbulos blancos
alcanza setenta mil, mientras que normalmente hay unos seis mil. Las células
madre se obtienen de los huesos, con más o menos dolor. Siento un fuerte dolor
en la espalda baja y en el esternón. Son dolores como relámpagos y cada cambio
de postura provoca un dolor agudo por todo el cuerpo. Para aliviar el dolor,
tomo dos o tres pastillas de paracetamol al día, lo que me hace sudar mucho.
Acompañada
por una variedad de síntomas y efectos secundarios, espero llegar viva a la
obtención de células madre. He dejado de pensar en cómo me siento. Me preocupo por
que suceda algo imprevisto, alergia u otra cosa similar, por la cual no podría
continuar. Al parecer, este es el camino más corto para mí. Debido a su fuerte
inmunidad, mi organismo rechaza la quimioterapia. Me estoy dando cuenta de que que
exista la cura no significa que vaya a funcionar.
Ingresé
en el hospital de día el 1 de septiembre a las siete, como estaba programado,
para ponerme el catéter. Después me cambié y me llevaron al quirófano. La
intervención fue llevada a cabo por una joven doctora. No me dolió porque había
recibido anestesia local. Todo duró unos diez minutos. Sin embargo, las
preparaciones para la intervención, los chequeos, el manejo de la cama en la
cual estaba tumbada por los pasillos para cumplirlo todo, duró casi dos horas.
Maja se preocupó porque habían dicho que no iba a durar más de una hora. Al
final, veo que me han insertado en la vena un tubo muy estrecho, a la derecha,
en la parte superior del esternón, hacia el cuello. A través de élvan a extraer
las células madre, es decir, la sangre. Al regresar a la enfermería, la
enfermera me ayuda levantarme y me sirven zumo y galletas. Me cambio con la
ayuda de Maja y nos vamos a casa.
El
mismo día por la tarde nos informan del banco de sangre de que tengo
suficientes células madre y que vaya al día siguiente a las nueve para la
obtención. Es decir, hoy he resuelto dos cosas importantes: me han insertado el
catéter venoso y me he enterado de que tengo suficientes células madre. Esto
significa que mañana voy a la obtención.
Cuando
en el hospital de Belgrado vi a compañeros de cuarto que se preparaban para la
obtención de células madre, me pregunté si yo pasaría por eso y cómo sería. Fue
particularmente triste cuando informaron a la compañera Siba de que su
organismo no podía ser donante, que se fuera a casa y que iban a intentarlo
otra vez dentro de tres meses. Ahora me alegro por tener suficientes células
madre, estoy un paso más cerca del fin.
El
2 de septiembre a las nueve llegamos al banco de sangre. Nos recibe el
enfermero Sergio. Ya he estado aquí antes y sé qué me espera. Voy al baño
porque hay que quedarse en cama durante cuatro o cinco horas. La noche anterior
la he pasado mal, no he podidodormir yhe sentidotambién un fuerte dolor en el
lugar de inserción del catéter porque la anestesia se había pasado. Por todo
ello me siento agotada.
Me
acomodé en la cama, Sergio conectó los tubos del catéter con la máquina y la
encendió. Es como una extensión de los vasos sanguíneos, y en ese camino las
células madres se separan en un compartimento especial. No obstante, la máquina
emite un pitido cada dos-tres minutos y Maja me dice que pone que no es
suficiente la presión sanguínea cuando pasa de la vena a la máquina. Después de
poco tiempo, Sergio propone poner una cánula en la vena de la mano porque la
que está conectada al catéter es pequeña. Ahora de verdad que me he enojado:
ayer pasé dos horas en el departamento de cirugía y ahora el catéter no se
puede usar. Sergio dice que eso sucede frecuentemente porque los pacientes
están excitados y los vasos sanguíneos se contraen. Al final, para no perder
tiempo, lo acepto y ahora tengo una cánula en la mano y un catéter en el pecho.
Ahora todo funciona y lo que me queda es aguantar unas horas. Estoy contenta
porque ha empezado la obtención, pero me siento mal. Sudo mucho y siento ardor
en la vejiga, lo que exige orinar en bacinilla.
Todo
terminó a las tres de la tarde. A esa hora viene un mensajero para llevar al
depósito el recipiente con las células madre. Por la tarde avisarán de si se
han obtenido suficientes células madre o si tengo que ir de nuevo al día
siguiente. Es necesario obtener entre dos y diez mil. Sergio limpia el catéter
en mi cuerpo, lo protege con un esparadrapo, luego me visto y nos vamos a casa.
Por la tarde me informan de que el número de las células madre está bien, las
obtenidas son unas ocho mil.
Llegamos
a la enfermería el 4 de septiembre sobre las diez de la mañana. Después de una
breve charla con la enfermera, ella se pone a quitar el catéter para que yo
pueda viajar a Belgrado. Antes le digo que el enfermero del banco de sangre me
hizo por casualidad un pequeño corte en el cuello cuando cortaba el esparadrapo
y que la heridita siempre sangra. María se ocupa de las dos cosas muy
rápidamente. Sana el corte con esparadrapos especiales que regeneran la piel.
El pinchazo para el catéter es muy pequeño y ella dice que se curará dentro de
un día. Me explica que el catéter es un tubo de silicona que se inserta en la
vena y se fija cosiendo por los dos lados del vaso sanguíneo. No hay agujas, de
las que tenía miedo. Me aconseja que no moje el corte al menos durantedos días
para que la piel se regenere.
Pregunto
a María sobre el trasplante. Me entero de que uno se queda tres semanas en el
hospital en unas condiciones relativamente estériles, que los visitantes pueden
quedarse 24 horas en la habitación bajo condiciones especiales, que la tele e
internet se pagan.
Espero
que con la ida al hospital de hoy termine este difícil período de terapias y
que después de las vacaciones soporte más fácilmente las dificultades que vendrán.
Estoy muy cansada de terapias y doctores. Sé que en la batalla triunfa el que
aguanta hasta el final, pero la monotonía de la vida y el cansancio durante el
tratamiento hacen lo suyo y la lucha cada vez es más difícil. Los efectos
secundarios de la quimioterapia me atormentan. Tengo los pies y los dedos de
los pies hinchados e inflamados, la llamada neuropatía. Todo eso me agobia. Por
la noche tengo frío y no puedo dormir. El dolor de huesos es constante y
aumenta con cada cambio del tiempo, incluso el más pequeño. Con cada nuevo e
interesante acontecimiento me olvido de la enfermedad por un rato. El encuentro
con Consuelo, la amiga de Maja de Ciudad de México, me ha recordado que hace
mucho tiempo nos prometimos a nosotras mismas y a ella que al año siguiente
iríamos a México y que ella vendría a Belgrado a visitarnos. Han pasado diez
años desde entonces. Es importante que hayamos quedado, no importa dónde ni
cuándo.
La
rutina de tratamiento y terapias empieza a matar el espíritu de lucha en el
hombre. A eso contribuye también la pérdida de esperanza, la fuerza grande y
positiva que surge de mis sueños y borra todo lo negativo que me ocurre. Antes
la esperanza prevalecía por encima de los acontecimientos y sentimientos
negativos, pero ya no es así. Recuerdo que antes de que establecieran el diagnóstico,
esperaba que no fuera esta enfermedad. Entonces esperaba que si era lo que era,
que fuera una forma suave y de ancianidad, pero eso tampoco pasó. Así que
cuando los doctores me dijeron que mi inmunidad no permitía el pleno efecto del
medicamento y que lo único que me quedaba era el trasplante, ya no teníamás
fuerzas para esperar que todo fuerabien y aceptarlo todo.
*
Me acuerdo de un acontecimiento pasadoque habla de la
aceptación. Mile, mi marido, y yo estuvimos en la casa de campo en Dokmir, el
pueblo natal de la madre de Mile, Nada. Esa tarde él tuvo una larga
conversación junto ala verja con el sacerdote. Me sorprendío que no le invitara
a entrar. Cuando, por fin, se despidieron, Mile me dijo solo que el sacerdote
regresaba de estar con Nada, su abuelaenferma. Ella llevaba enferma un tiempo,
pero ahora se sentía violenta, tanto hacia sí misma, como hacia su alrededor.
El sacerdote le explicó a Mile que la abuela no quería aceptar que el fin de
esta vida había llegado, es decir, no quería reconciliarse con lo que le
esperaba, que no estaba bien ni para ella, ni para su familia. No pasó mucho
tiempo después de esa conversación, y la abuela Nada cayó en coma. Después de
casi un mes se recuperó, completamente consciente, como si no hubiera habidopasado
nada. Estaba tranquila y solícita.
Mile y yo fuimos pronto de visita. Después de saludarnos,
Mile salió al patio a ver al perro y yo le seguí. En el umbral oí cómo la
abuela me llamaba. Regresé y dije que iba a llamar a Mile. Me dijo que me
sentara porque quería hablar conmigo y no con él. Pensé que no lo había
entendido bien, porque la abuela arreglaba las relaciones en la familia con sus
hijos y no con las nueras. Cuando me senté, me preguntó si aceptaba hacer dos
cosas que a ella no le había dado tiempo a hacer en sula vida. Sorprendida,
respondí que lo aceptaba, aunque no sabía lo que me iba a pedir. Entonces dijo
que no había tenido la oportunidad de bautizar a Maja y de consagrar nuestra
casa en Dokmir y me hizo prometerle que lo haría yo. Le confirmé mi promesa y
así terminamos la conversación.
Cuando partimos de Đokići para ir a casa, se lo dije a
Mile y él lo comentó brevemente: «Hazlo». Le pregunté por qué no se lo había
pedido a él. Respondió: «Abuela Nada confía más en ti». No pasó mucho tiempo
antes de que abuela Nada muriera.
Después de unos años todavía no había cumplido mi promesa
por varias razones. Era necesario que Maja, Mile y yo estuviéramos juntos en el
pueblo, ya que el sacerdote podía hacer a la vez tanto el bautizo como la
consagración.
Al final todo cuadró. A Maja se lo dije esa misma mañana,
cuando el sacerdote ya había llegado, para que no se quejara mucho. El padrino
fue el hermano de Mile, Đorđe, que quería mucho a Maja y ella le quería a él,
lo que suavizó el ambiente.
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