17.6.17.

VIAJE A BELGRADO, SEPTIEMBRE DE 2014




Durante la pausa entre la aféresis y el trasplante puedo ir a Belgrado hasta principios de octubre, cuando empiezan los reconocimientos para el reingreso en el hospital. Desde el 4 de septiembre, cuando me quitaron el catéter, me dedico a descansar y salgo despacio de la depresión en la que caí durante la preparación para la obtención de células madre. La enfermera María me dijo que me sentía mal por la fiebre, que me subió durante la administración de inyecciones de Neupogen. Es importante que todo haya pasado y que me haya recuperado un poco.
El vuelo a Belgrado fue cómodo. Maja y yo viajamos con la compañía Vueling. Salimos a las cinco y media y aterrizamos sobre las ocho. No había estado en Belgrado durante mucho tiempo y se habían amontonado muchas obligaciones que tenía que cumplir. Primero, la garantía para la Escuela; luego, el pago de un mayor paquete de Internet a Telekom. Allí descubrí que mi DNI había caducado, así que me ocupé de ello los siguientes días.
Maja había planeado ir a Banja Luka, lo que vino bien para que yo fuera también. Cualquier cambio en la vida cotidiana ayuda a mi recuperación psíquica. Viajamos en avión. Allí me ocupé de los exámenes de la convocatoria de septiembre, termine unas cosas en la facultad y en el banco, tomé café y tuve una charla agradable con Darko, pero también vi a mi hermano Nikola y a sus hijos, Vlada y Boris. En mi familia nos hemos acostumbrado a vernos cada dos o tres meses. Este año, a causa de la enfermedad, no nos hemos visto por mucho tiempo.

*
Estoy pensando en mi padre, Mlađen. Dicen que me parezco a él en la inteligencia y la espontaneidad. Pienso que la semejanza consiste en el optimismo y la disposición a idealizar aquello en lo que creemos. Claro, con los años y las condiciones de vida cubrimos la verdadera naturaleza con las costumbres. Como todos los padres, fue indulgente con su hija mayor. Tenía su apoyo cuando de joven empecé a salir con mis amigas. A menudo le oía decir que sus hijos, vinieran cuando vinieran, (pensando en las salidas nocturnas), no entrarían a casa por la ventana. Con eso se refería principalmente a las hijas, especialmente a mí. Decía que era importante que las hijas terminaran la carrera universitaria y que no fueran maltratadas, porque los hombres eran respetados hasta cuando llevaban sacos. No se metía en los detalles y sufrimientos amorosos de nuestras vidas. Mamá era la encargada de eso. Probablemente le transmitía luego todo. Yo sabía que tenía su apoyo en todas las decisiones.
Se fue de casa pronto y a los diecinueve años se unió a los partisanos. En la guerra participó en varias batallas. Me acuerdo de cuánto se alegró cuando nos fuimos de Dokmir a Valjevo. Contaba que su unidad había liberado Valjevo. Después de la liberación, pasó al servicio de policía y por este trabajo solía trasladara toda la familia. Se asentó cuando empezó a trabajar en el aserradero de Sanski Most, cerca de su pueblo natal. Como obrero y comunista aceptó la nueva ideología de igualdad y equidad con todo su corazón.
Vivía en paz y tolerancia con los vecinos. No tenía prejuicios hacia la gente de otra religión. Así se vivía desde siempre en Bosnia. Sobrevivió a la guerra de 1940, a los años de posguerra y a la pobreza mientras luchaba por mantener a su familia. A veces buscaba reposo en alguna copa de aguardiente bosnio de baja calidad o cerveza. Entonces estaba de buen humor y esperaba que nosotros lo estuviéramos también. La lucha para dar formación a los hijos exigía una decisión consciente y una renuncia por parte de los padres, con la condición de que los niños fueran buenos estudiantes. Para ello se utilizaban todos los incentivos que se daban en el socialismo: becas y préstamos estudiantiles. Así obtuvo formación universitaria la primera generación de descendientes de un obrero semianalfabeto y un ama de casa. Mis padres se respaldaron y ayudaron mutuamente y lograron superar todas las pruebas que conllevaban el matrimonio y la vida. Es difícil para mí describir la tristeza que abatió a mi padre cuando mi madre murió. Se quedó solo en casa y continuó ocupándose de todo como si ella estuviera allí. Eso duró unos años y entonces Nine, mi hermano, empezó a trabajar de profesor en Sana. La felicidad de disfrutar de los nietos no duró mucho. El primer nieto nació en 1990 y poco después empezó la guerra en Bosnia.
Aproveché el resto del tiempo en Belgrado para quedar con familiares y amigos. Esos encuentros eranun gran placer, pero también un esfuerzo, teniendo en cuenta que eradifícil para mí estar sentada. Pasé unos días con mi hermana Nada. Me alegró especialmente ver también a su hija Vika con sus hijos Sofija y Danica. Nela nos alegró cuando nos enteramos de que su parto por cesárea había sido programado para finales de octubre o principios de noviembre. Nora llega.
Maja estuvo en Istria y en Zagreb unos diez días. Se fue en avión y regresó en autobús. Estuvo con amigos que había conocidoen el Festival de Cine de Split unos años atrás. Eso me alegra porque el cansancio en nuestra relación se siente más y más; simplemente ninguna tiene más el ánimo de para aliviar las preocupaciones de la otra.
Regresamos a Barcelona el sábado porque el lunes tengo programados análisis de sangre y orina. Esta vez vamos con Alitalia vía Roma.
Unos días antes de la salida, cuando en mis pensamientos ya empezaba a abandonar Belgrado, me caí y me lesioné los ligamentos del índice de la mano derecha. Llevaba los bastones en las manos, tropecé con una bolsa de plástico en la acera y me aplasté el dedo con la empuñadura del bastón. Las bolsas de plástico están por todas las partes y no es extraño lo que pasó. Suerte que la lesión no fue mayor. Como era domingo, fui al hospital de Zemun, que estaba de guardia. Siniša me llevó. El doctor confirmó con la radiografía que no había fractura, pero me inmovilizó el dedo y me dijo que al cabo de unos diez días podía quitarme la venda yo sola. El lunes, Miroslav me hizo una placa metálica solo para el dedo, como había recomendado el doctor, y la movilidad de la mano fue mucho mayor.
El viaje a Belgrado y la sensación de que durantetres semanas no iría al hospital me ayudaron superar la crisis en la que caí en Barcelona. Al llegar a Belgrado los primeros días dejé de pensar por completo en la enfermedad y el dolor. Por supuesto, con el paso del tiempo, las preocupaciones volvieron, pero acompañadas por la sensación de que en Barcelona me esperaba el trasplante y que debía alegrarme de eso.

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